Con dos orejas cortadas al cuarto del festejo, Diego San Román renovó su condición de hijo predilecto de la afición tapatía, en la corrida de las luces del Nuevo Progreso.
El encierro de Boquilla del Carmen, sin raza ni codicia casi hace naufragar la sexta corrida de temporada grande en el coso tapatío, pero Diego, estando en Diego; le compuso la plana al mal presagio que se apoderaba de la noche.
Fue en el segundo de su lote, “Pardito” con el que calentó los tendidos; lo cuidó en la vara por la debilidad que acusaba desde el capote. Al principio, ya con la muleta, la embestida del ejemplar no transmitía mucho, hasta que San Román se lo permitió.
El espada queretano se plantó y jaló de su enemigo una y otra vez, por ambos lados con firmeza y largueza -cuando se pudo-; pero con el sello de la casa, valor a prueba de todo y aguante en extremo para encender la fría noche tapatía.
La firma de su faena fueron unas manoletinas de rodillas que sacudieron a la clientela, que, en automático; tras la entregada estocada de Diego pintó de blanco la gradería para que el palco de la autoridad respondiera con dos pañuelos.
En su primero, el panorama había sido similar, un toro tardo con poco recorrido pero que San Román toreo con inteligencia y la dosis de arrojo que nunca escatima, pagando la cuota de riesgo que en Diego parece normal. Vino un pinchazo para cerrar la posibilidad de un premio. Salida al tercio.
Marco Pérez debutó en el continente con el mismo crucigrama de un lote con pocas condiciones, en ambos turnos alcanzó a regalar muletazos con trazo y dimensión del gusto general antes de que se apagara cada toro, como su segundo que terminó refugiado en tablas, salida al tercio y silencio para el chamaco salmantino.
Y no fue la noche para Isaac Fonseca, su lote fue frustrante para el torero de Michoacán, pasó inédito, entre el enojo de la afición y la nula cooperación de sus toros.